El conflicto a vida o muerte que se da hoy en el seno de la Iglesia puede ser visto como una "remake" o nueva vuelta de tuerca de la rebelión de Lutero, aunque más radical aún. No dudaría en afirmar que el reformador alemán era más católico que los curas modernistas actuales, quienes también argumentan, como él, con la "sola Scriptura" y sin considerarción del Magisterio secular. Asimismo, se profundiza el secularismo, como lo hizo Lutero en su momento, ya no sólo atacando el secerdocio jerarquico (se escribe mucho y se habla siempre en contra del "clericalismo", exaltando la función de los laicos) sino proponiendo incluso el sacerdocio femenino y la inclusión de los homosexuales. Lo cual no es sino una evidente profundización de la revuelta protestante.
Ahora bien: si a uno se le ocurre enrostrar estas cuestiones a los curas modernistas, ellos saldran a defender sus posiciones de diverso modo, a saber:
a) la Iglesia se ha alejado del Evangelio al haberse relacionado con los poderosos de este mundo, llegando a copiar sus jerarquías y sus leyes, su concepto de autoridad punitiva y ya no como servicio, su organización patriarcal con su moral misógina, etc
b) lo que intentamos, dicen, es volver a las fuentes desde una verdadera comprensión de la vida y obra de Jesus, según la exégesis crítica moderna. Lo cual implica entender en qué sentido fue su relación con el Padre (que ahora se concibe como Padre-Madre), en qué sentido fue constituído en Mesías, y en qué sentido se obra la Salvación.
c) la teología tomista vigente hasta el siglo XIX como corpus oficial de doctrina católica ya no tiene vigencia, pues consiste en una helenización de la fe cristiana que ha cristalizado en dogmas que deben ser re-interpretados. El mundo moderno ya no admite esa clase de formulaciones, sino más bien verdades relativas a una determinada cultura. Porque la condición humana es la de un "ser-en-el-tiempo", como enseña Heidegger... y nuestro pensamiento es expresión de una etapa en el curso de la historia.
d) si un San Agustín elaboró la doctrina del pecado original y un Santo Tomás la reformuló, por qué no podemos nosotros repensar ese y muchos otros temas según el nivel de conocimiento de nuestro siglo ? Lo mismo hizo San Pablo frente a San pedro, cuando disputaron sobre la vigencia o caducidad de la Ley antigua, tras la venida de Jesús.
e) de hecho ya no hay que predicar la Redención por la Cruz, pues ésto lleva a la concepción de un Dios justiciero sediento de sangre. Hoy se impone la idea del Dios-Amor infinito, y la idea de la Redención por el amor de Jesús y la fidelidad a "su" Dios. Por lo cual Jesús no resucita de la muerte, sino que es resucitado por el Dios fiel a las Promesas (quien, como dijo Isaías, no dejará a su fiel conocer la corrupción).
f) hoy sabemos que Jesús no esperaba la Cruz, pero aceptó y consumó el cáliz de la Pasión. Ni salió del sepulcro al tercer día, pues éstas son formas de expresar lo inexpresable: que Jesús está vivo junto a Dios aunque su cuerpo haya sido arrojado a una fosa común, como se hacía con todos los que alzaban contra Roma (pues Él fue a la muerte por razones políticas... lo cual es importante resaltar para no caer en mensajes desencarnados de la realidad social).
g) Jesus no tuvo intención de fundar ninguna Iglesia ni puso a Pedro como primer Papa. Pero los discípulos comenzaron a reunirse para compartir su fe en el Mesías y también el pan y el vino en su memoria. Y tal debe ser la celebración propia de nuestra fe: nada de Misas y sacramentos, nada de ritos herméticos y conceptualizaciones gnósticas, sino una "eucaristía" entendida como una "acción de gracias" de los que se aman en Cristo y salen a cambiar este mundo para convertirlo en Reino de Dios.
h) Jesus nos ha revelado al Padre, que es un Padre-Madre fuente de todo bien y de toda bondad. Incapaz de castigar, condenar, causar dolor o sufrimimiento. Los males de este mundo responden a su propia finitud, pero Dios no dejará que triunfe la injusticia. Su poder es capaz de sacar bien del mal, y concebir el cielo o el infierno como retribuciones eternas por nuestras insignificantes acciones, es no entender la gratuidad del amor de Dios, que ya nos ha justificado en Cristo, como enseñó Lutero. El don de Dios es incondicional, y orar "por las almas de los fieles difuntos" pensando en la ficción del Purgatorio deriva de esa idea de Dios justiciero propia del Antiguo Testamento.
Así pues, la Iglesia debe reformular muchas cosas, también en cuanto a la "virgen" María, concebida como Madre de Dios y Co-redentora (algo inaceptable) ...y el culto de los santos, la cuestión de los sacramentos, la del ministerio femenino, la cuestión de la autoridad, la obligatoriedad del celibato, la aceptación de los homosexuales, y temas como control de la natalidad, fertilización asistida, aborto, eutanasia, etc. Todo debe ser revisado para evitar confrontar con el mundo moderno o, mejor dicho, para ser más conformes al amor de Jesus. Porque ya no vivimos bajo el imperio de la Ley, sino en el amor del Dios Padre-Madre.
En suma: un tradicionalista que pretenda convertir a un modernista no ha entendido que a éste no le interesa ser católico-romano, sino discípulo del Jesús de la historia. Para el modernista es el tradicionalista quien ha perdido el rumbo, al llenarse de dogmas y de cánones que no le dejan percibir la ley del amor infinito del Padre-Madre en favor de todos y todas. Justamente el Vaticano como expresión suprema de la Iglesia como institución burocrática es lo más alejado de la comunidad eclesial de base, donde se expresa verdaderamente la unión de los discípulos. La parroquia como templo donde un clérigo reparte sacramentos a cristianos indiferentes o hipócritas ya no corre más: la Iglesia debe ser reformada desde las bases y por las bases, sin esperar que los cambios vengan de arriba. El tradicionalismo es, justamente, el gran obstáculo para el cambio inevitable... porque "los tradis" tienen el cerebro lavado por siglos de doctrinas inamovibles y sagradas (aunque éstos piensen que los modernistas han sido envenenados por el existencialismo humanista del Concilio).
El conflicto, tal como está, es algo de imposible resolución, pues ambos bandos piensan con categorías completamente antagónicas. En otros tiempos un conflicto interno se resolvía con una excomunión, por la cual el virus quedaba excluído de la institución. Pero ahora la institución tiene el virus adentro y el mal ha crecido tanto que más que amputar un dedo o una mano se trata de cortar la cabeza entera. Por lo demás, ya no hay respeto a la autoridad y nadie sabe dónde está la verdad. Y si nos preguntamos "adónde va la Iglesia", lo más probable es "hacia un gran cisma, como nunca se ha visto". El cual será entendido por los tradis como "la Iglesia-fiel-del pequeño rebaño" o iglesia de las catacumbas a la espera de la restauración apocalíptica; y entendido por los progres como una "eklesia" más fiel al Dios del Amor, que ya se manifestó plenamente en Jesús, una vez para siempre, para enseñarnos la construcción el Reino acá en la tierra.
En el centro del problema se encuentra la fe en Jesús, y la expresión o desarrollo de esa fe en una Cristología, es decir, en un cuerpo de doctrina acerca de quién es ese personaje, y si lo es con P mayúscula o minúscula. Y a partir de la idea que se tenga de Jesús, surge la idea que hoy se tenga de Iglesia: de tal Cristología, tal Eclesiología. Concretamente, hoy hasta los curas dudan de la divinidad de quien, se supone, los ha llamado al ministerio. Para estos curas Jesús sería un maestro extraordinario que nos ha enseñado a vivir como hermanos, amándonos unos a otros, asistiendo al más débil, compartiendo el pan y, sobre todo, buscando la liberación de los oprimidos por estructuras que se oponen al Reino de Dios y su justicia. Para otros, afines a la fe de nuestros abuelos, el mensaje de Jesús también tiene que ver con el amor al prójimo, pero esencialmente es una esperanza de vida eterna junto al Padre después de nuestro trásnsito por esta vida. De donde surge como prioridades la vida interior, la santificación personal, la asistencia a Misa y recepción de la Eucaristía.
Casi podría decirse que son dos enfoques opuestos: uno más terrenal, inmanente, socio-político, que crece y se nutre en la comunidad de base, o en cualquier sitio donde se congreguen los hermanos que comparten la fe en el Resucitado. Otro, en la parroquia del barrio presidida por un clérigo ordenado a un sacrificio ritual sobre un altar que casi parece una representación judaica del culto externo desechado por San Pablo. El primero, orientado a la praxis liberadora; el segundo, a la contemplación, la adoración y la vida de la gracia. Es tan evidente esta doble perspectiva, que basta con analizar los libros de antes y de ahora sobre la vida cristiana: antes leíamos sobre ascetismo, oración y sacramentos; ahora leemos sobre praxis liberadora, acción social solidaria y concientización de los pobres. Y no es una cuestión de acentos, sino de "un nuevo paradigma", como se dice ahora.
Uno podría preguntarse si ambos paradigmas son complementarios, si se enriquecen mutuamente, o si son contradictorios, como es lo que yo creo, por resultar evidente. De algun modo la cuestión de la Misa refleja de manera crucial ambos modos de entender el cristianismo. Y hasta la palabra "cristianismo" es tema de cuestionamiento por parte de los nuevos teólogos: pues, según ellos, Jesús nunca se propuso fundar un movimiento y menos una Iglesia con Pedro a la cabeza. O sea que "el cristianismo" sería lo que vino después, con la organización del simple discipulado, en particular con el advenimiento de Constantino. Como dijo Loisy: "Jesús predicó la llegada del Reino, y lo que vino fue la Iglesia". Más aún: el cistianismo primitivo habría moldeado y definido para las generaciones posteriores al "Cristo de la fe", alguien radicalmente distinto del "Jesús de la historia". Gracias, fundamentalmente, a San Pablo y su idea de la sustitución del Templo y los sacrificios expiatorios por este único sacrificio de Cristo, grato al Padre, ahora en los templos espirituales de los que creen en él.

PABLO D'ORS, sacerdote español, asesor vaticano en temas de Cultura (junto al Cardenal Ravasi), fue causa de un gran revuelo cuando manifestó su concepción de la Misa como Cena fraterna, negando la Presencia Real de Cristo en la hostia consagrada. Monseñor Pavés generó gran polémica (ver aqui) cuando lo trató de hereje... pero ahora a los herejes se los premia con altos cargos, y a los ortodoxos se los ridiculiza, como suele hacer el ex cura Jose Manuel Vidal, desde su sitio Religión Digital, en particular con el Obispo de Bilbao, Mons Munilla
JORGE COSTADOAT >
sacerdote jesuita chileno (si San Ignacio se despertara!) apartado de la Universidad Católica por el Cardenal Ezzati. Apoya las uniones homosexuales (y al Obispo Bonny de Amberes, con quien coincide). Expresa sus dudas sobre la misión de Jesús y, consecuentemente, el rol de la Iglesia. Propone una Eucaristía celebrada por laicos (ver articulo de la derecha), algo que muchos otros ya están implementando, de manera oculta. Costadoat no es más que uno entre miles que piensan en la misma línea, lo cual no me llamaría la atención si no fueran curas que nacieron y crecieron (y siguen !) aún dentro del catolicismo, para escándalo de muchos que observan cómo se los alienta, cómo se los lee, cómo se los promueve....aunque a veces deban toparse con un Ezzati.
Soy consciente de que, al volver sobre estos tópicos, me estoy repitiendo a mí mismo por lo dicho en el Cap.5 sobre la nueva exégesis. Pero ahora trataré de extraer de estos puntos mis Conclusiones, a saber:
Uno puede aceptar que un ateo niegue la existencia de Dios; o que un agnóstico la ponga en duda... pero que un cura se serruche el piso negando doctrinas hasta ayer comúnmente aceptadas por todos, y se convierta en un protestante sin que nadie lo corrija (como sucede ahora), y siga promoviendo una Reforma general de la Iglesia mucho más radical que la de Lutero, es cosa que no deja de llamar mi atención, más allá de mi agnosticismo. De hecho, lo que trato de poner en evidencia es la contradicción intrínseca entre esta vocación reformadora y el catolicismo en el cual hemos nacido y crecido. Hablar de Iglesia pre-conciliar lo considero impropio, pues aquélla estaba llena de cosas (accidentales) que debían ser cambiadas, por supuesto. Lo de ahora tienen que ver con un nuevo modo de vivir la fe.... aunque no sepamos claramente de qué fe se trata, pues hasta la Cristología la estan reescribiendo cada día... ya nada parece seguro, y hasta se llega a sostener que cada generación tiene derecho a entender a Jesús según su cultura.
Concluyo que no estoy defendiendo el Catolicismo de mis abuelos, sino a aquéllos que queriendo obsequiar sus almas y sus vidas al Cristo de la fe, sufren el ataque feroz de los que adhieren al Jesus de la historia. Esta cuestión académica está resultando fatal para la fe de los sencillos, entre los cuales se encontrarían San Agustín y Santo Tomas, por supuesto, por estar en el grupo de los que leen la Biblia con mentalidad a-crítica. Lo que digo refleja nada menos que una forma de kantismo dentro del cristianismo. Por supuesto que no todo se reduce a la exégesis, pero lo considero una punta de lanza vital, como que apunta a la savia misma de la espiritualidad cristiana. No es lo mismo un Jesús "Dios con nosotros", que un Maestro de Galilea que no tenía conciencia de quién era, que se dejó guiar al principio por Juan el Bautista, que rehuía entrar a su pueblo porque su propia familia (compuesta de madre y hermanos) lo tenía por loco, y que al final se le ocurre celebrar las Pascuas en Jerusalén esperando una insurrección popular contra Roma, siendo sorprendido por la carcel, el juicio y la Cruz. A este Rabino ingenuo y desprovisto de poder y de milagros, nos lo habrían divinizado. Esta doctrina no es nueva: en lo esencial, los nuevos curas no hacen más que repetir a Adolf von Harnack (1851-1930).

Para él, el Evangelio se reduce al anuncio de la llegada del Reino, la paternidad de Dios, la dignidad del ser humano y del mandamiento del amor. Cualquier otra afirmación tiene su origen en infiltraciones griegas. A su juicio, el dogma sería "una construcción del espíritu griego sobre el suelo del evangelio". A partir de Harnack, sus tesis ejercieron una gran influencia y extendieron la idea de la "helenización del cristianismo". A pesar de que hoy día los historiadores descartan con unanimidad su interpretación de la gnosis y el catolicismo, la idea fundamental de la helenización (esto es, que la Iglesia antigua habría impuesto una teoría filosófica sobre la praxis que se refleja en Biblia y que habría desarrollado a partir de ella su ortodoxia) goza de una amplia difusión y aceptación en diversas escuelas, desde la teología de la liberación hasta la teología del pluralismo religioso.
Para un periodista agnóstico (tal parece ser mi rol) todo este conflicto interno se acaba percibiendo como la ebullición de un guiso en una cacerola: en un ámbito cerrado (tal sería el ámbito de la "cultura católica") se cocinan diversos elementos (como son las cuestiones en las que piensan a toda hora los teólogos dominicos y jesuitas, los presbíteros y obispos, los cardenales y el Papa), dando como resultado un plato que sabe a nada (o a viejo) al mundo moderno secularizado, un plato que interesa a unos pocos que conocen los ingredientes, el proceso de cocción y las guerras del pasado por llegar al punto donde estamos. Quienes sueñan con un humanismo sin credos, promueven naturalmente la desaparición de las religiones, que son vistas -no sin razón- como fuente de división; sobre todo en este mundo interelacionado donde personajes como Hans Küng alientan una ética universal y un ecumenismo irenista. Son justamente las tensiones entre culturas dogmático-sagradas y mundo secular-relativista las fuentes de toda esta problemática que venimos analizando.
La desaparición de las religiones era algo anhelado y vaticinado por pensadores positivistas anti-metafísicos del 1800, como Auguste Comte. Tambien por librepensadores como el padre de Borges: "Un dia me dijo que mirara con atención los soldados, los uniformes, las garitas, las banderas, las iglesias, los sacerdotes y las carnicerias, pues todo eso iba a desaparecer muy pronto, y así podría un dia contar a mis hijos que yo había verdaderamente visto todo eso" (Livre de Préfaces, ed Gallimard, Paris, 1980, pag 275). De algun modo estamos hablando de los ideales y metas de la Masonería, que no es un cuento del pasado sino algo vivo y presente más que nunca en estos dias, cuando el mundo no quiere saber nada de imposiciones eclesiales ni de magisterios pontificios ni de autoridades sagradas ni de revelaciones de la voluntad de Dios, que tiende a ser confinado a una entelequia aceptable para todas las naciones, Alguien a quien invocar en el fuero íntimo, con escasa o nula -de ser posible- manifestación pública. Se impone sacar crucificos de aulas y tribunales, cruces de los caminos, nombres de santos y todo aquéllo que pueda ofender el sentimiento de las multitudes que han abandonado su tradición cultural o histórica, como vemos en España o en Francia.
A CONCLUIR PRÓXIMAMENTE